Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado

Viernes de la IV semana del tiempo ordinario. San Jerónimo Emiliani, memoria libre. Santa Josefina Bakhita, virgen, memoria libre.

Señor, Dios de las misericordias, que hiciste a san Jerónimo Emiliani padre y protector de los húerfanos, concédenos, por su intercesión, la gracia de permanecer siempre fieles al espíritu de adopción que nos hace verdaderamente hijos tuyos.

Oh Dios, que de la humillante esclavitud condujiste a santa Josefina a la dignidad de hija tuya y esposa de Cristo, te rogamos nos concedas que, imitando su ejemplo, sigamos con amor firme a Cristo crucificado y, movidos a misericordia, perseveremos en el amor.

Mc 6,14-29

14 Como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». 15 Otros decían: «Es Elías». Otros: «Es un profeta como los antiguos». 16 Herodes, al oírlo, decía: «Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».

17 Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, 18 y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. 19 Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, 20 porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto. 21 La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. 22 La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». 23 Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». 24 Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista». 25 Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». 26 El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. 27 Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, 28 trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.

29 Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

Los fue enviando

Jueves de la IV semana del tiempo ordinario.

Mc 6,7-13

7 Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. 8 Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; 9 que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. 10 Y decía: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. 11 Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».

12 Ellos salieron a predicar la conversión, 13 echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

No desprecian a un profeta más que en su tierra

Miércoles de la IV semana del tiempo ordinario. Santos Pablo Miki y compañeros mártires, memoria obligatoria.

Oh Dios, fortaleza de todos los santos, que has llamado a san Pablo Miki y a sus compañeros a la vida eterna por medio de la cruz, concédenos, por su intercesión, mantener con vigor, hasta la muerte, la fe que profesamos.

Mc 6,1-6

Mc61 Saliendo de allí se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos. 2 Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? 3 ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». Y se escandalizaban a cuenta de él. 4 Les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». 5 No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. 6 Y se admiraba de su falta de fe.

Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Contigo hablo, niña, levántate

Martes de la IV semana del tiempo ordinario. Santa Águeda, virgen y mártir, memoria obligatoria.

Te rogamos Señor, que la virgen santa Águeda nos alcance tu perdón, pues ella fue agradable a tus ojos por la fortaleza que mostró en su martirio y por el mérito de su castidad.

Mc 5,21-43

21 Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. 22 Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, 23 rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». 24 Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.

25 Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. 26 Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. 27 Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, 28 pensando: «Con solo tocarle el manto curaré». 29 Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. 30 Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: «¿Quién me ha tocado el manto?». 31 Los discípulos le contestaban: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”». 32 Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. 33 La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad. 34 Él le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».

35 Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». 36 Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». 37 No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. 38 Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos 39 y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida». 40 Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, 41 la cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). 42 La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. 43 Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Espíritu inmundo, sal de este hombre

Lunes de la IV semana del tiempo ordinario.

Mc 5,1-20

Mc51 Y llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. 2 Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. 3 Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; 4 muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. 5 Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. 6 Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él 7 y gritó con voz potente:

«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes». 8 Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre». 9 Y le preguntó: «¿Cómo te llamas?». Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos». 10 Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. 11 Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. 12 Los espíritus le rogaron: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos». 13 Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar. 14 Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado. 15 Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron. 16 Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. 17 Ellos le rogaban que se marchase de su comarca. 18 Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. 19 Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti». 20 El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.