Contigo hablo, niña, levántate
Martes de la IV semana del tiempo ordinario. Santa Águeda, virgen y mártir, memoria obligatoria.
Te rogamos Señor, que la virgen santa Águeda nos alcance tu perdón, pues ella fue agradable a tus ojos por la fortaleza que mostró en su martirio y por el mérito de su castidad.
Mc 5,21-43
21 Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. 22 Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, 23 rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». 24 Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
25 Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. 26 Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. 27 Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, 28 pensando: «Con solo tocarle el manto curaré». 29 Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. 30 Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: «¿Quién me ha tocado el manto?». 31 Los discípulos le contestaban: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”». 32 Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. 33 La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad. 34 Él le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
35 Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». 36 Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». 37 No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. 38 Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos 39 y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida». 40 Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, 41 la cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). 42 La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. 43 Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.