Jesús cura a dos ciegos que creen en él

Viernes de la I semana de Adviento

Mt 9,27-31

27 Cuando Jesús salía de allí, dos ciegos lo seguían gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David». 28 Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor». 29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe». 30 Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado con que lo sepa alguien!». 31 Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

El que hace la voluntad del Padre entrará en el reino de los cielos

Jueves de la I semana de Adviento

Mt 7,21.24-27

21 No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

24 El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. 25 Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.

26 El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. 27 Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».

Jesús cura a muchos y multiplica los panes

Miércoles de la I semana de Adviento

Mt 15,29-37

29 Desde allí Jesús se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él. 30 Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies y él los curaba. 31 La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.

32 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino». 33 Los discípulos le dijeron: «¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?». 34 Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos contestaron: «Siete y algunos peces». 35 Él mandó a la gente que se sentara en el suelo. 36 Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. 37 Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.

Jesús, lleno de alegría en el Espíritu Santo

Martes de la I semana de Adviento

Lc 10,21-24

21 En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. 22 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

23 Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!24 Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».

Vendrán muchos de oriente y occidente al reino de los cielos

Lunes de la I semana de Adviento

Mt 8,5-11

5 Al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: 6 «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». 7 Le contestó: «Voy yo a curarlo». 8 Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. 9 Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace». 10 Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían:

«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. 11 Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.

Se acerca vuestra liberación

I domingo de Adviento

Lc 21,25-28.34-36

25 Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, 26 desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.27 Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. 28 Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».

34 Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; 35 porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. 36 Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

Estad despiertos, para que podáis escapar de todo lo que está por suceder

Sábado de la XXXIV semana del tiempo ordinario

Lc 21,34-36

34 Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; 35 porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. 36 Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron

San Andrés apóstol

Mt 4,18-22

18 Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. 19 Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».20 Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. 21 Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. 22 Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Jerusalén será pisoteada por gentiles, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles

Jueves de la XXXIV semana del tiempo ordinario

Lc 21,20-28

20 Y cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción. 21 Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; 22 porque estos sondías de venganza para que se cumpla todo lo que está escrito. 23 ¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días! Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo. 24 Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, yJerusalén será pisoteada por gentiles, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles. 25 Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, 26 desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.27 Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. 28 Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».

Todos os odiarán a causa de mi nombre, pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá

Miércoles de la XXXIV semana del tiempo ordinario

Lc 21,12-19

12 Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. 13 Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. 14 Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, 15 porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. 16 Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, 17 y todos os odiarán a causa de mi nombre. 18 Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; 19 con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.