Lo reconocieron al partir el pan

Miércoles de la Octava de Pascua.

Lc 24,13-35

13 Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; 14 iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. 15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. 16 Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. 17 Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron con aire entristecido. 18 Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?». 19 Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; 20 cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. 22 Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, 23 y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. 24 Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». 25 Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». 27 Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. 28 Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; 29 pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. 30 Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31 A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. 32 Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». 33 Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, 34 que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». 35 Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

He visto al Señor y me ha dicho esto

Martes de la Octava de Pascua.

Jn 20,11-18

11 Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro 12 y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. 13 Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». 14 Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. 15 Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». 16 Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». 17 Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». 18 María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».

Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán

Lunes de la Octava de Pascua.

Mt 28,8-15

8 Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.

9 De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. 10 Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

11 Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. 12 Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, 13 encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. 14 Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». 15 Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?

Según una antiquísima tradición, este es una noche de vela en honor del Señor, y la Vigilia que tiene lugar en la misma, conmemorando la Noche Santa en la que el Señor resucitó, ha de considerarse como «la madre de todas las Santas Vigilias» (san Agustín).

Lc 24,1-12

Lc241 El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. 2 Encontraron corrida la piedra del sepulcro. 3 Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. 5 Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6 No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, 7 cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar». 8 Y recordaron sus palabras. 9 Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás.

10 Eran María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago. También las demás, que estaban con ellas, contaban esto mismo a los apóstoles. 11 Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron. 12 Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, ve solo los lienzos. Y se volvió a su casa, admirándose de lo sucedido.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo

Viernes Santo en la Pasión del Señor

Jn 18,1-19,42

Jn181 Después de decir esto, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. 2 Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. 3 Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. 4 Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: «¿A quién buscáis?». 5 Le contestaron: «A Jesús, el Nazareno». Les dijo Jesús: «Yo soy». Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. 6 Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. 7 Les preguntó otra vez: «¿A quién buscáis?». Ellos dijeron: «A Jesús, el Nazareno». 8 Jesús contestó: «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a estos». 9 Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste». 10 Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. 11 Dijo entonces Jesús a Pedro: «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»

12 La cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron 13 y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; 14 Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo». 15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, 16 mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. 17 La criada portera dijo entonces a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?». Él dijo: «No lo soy». 18 Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. 19 El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. 20 Jesús le contestó: «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. 21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho». 22 Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al sumo sacerdote?». 23 Jesús respondió: «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?». 24 Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

25 Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?». Él lo negó, diciendo: «No lo soy». 26 Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: «¿No te he visto yo en el huerto con él?». 27 Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.

28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. 29 Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo: «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?». 30 Le contestaron: «Si este no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos». 31 Pilato les dijo: «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley». Los judíos le dijeron: «No estamos autorizados para dar muerte a nadie». 32 Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.

33 Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos?». 34 Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?». 35 Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?». 36 Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». 37 Pilato le dijo: «Entonces, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». 38 Pilato le dijo: «Y ¿qué es la verdad?».

Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ninguna culpa. 39 Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?». 40 Volvieron a gritar: «A ese no, a Barrabás». El tal Barrabás era un bandido.

Jn191 Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. 2 Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; 3 y, acercándose a él, le decían: «¡Salve, rey de los judíos!». Y le daban bofetadas.

4 Pilato salió otra vez afuera y les dijo: «Mirad, os lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa». 5 Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: «He aquí al hombre». 6 Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Pilato les dijo: «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él». 7 Los judíos le contestaron: «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios». 8 Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más.

9 Entró otra vez en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le dio respuesta. 10 Y Pilato le dijo: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?». 11 Jesús le contestó: «No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor». 12 Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: «Si sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César».

13 Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). 14 Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: «He aquí a vuestro rey». 15 Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera; crucifícalo!». Pilato les dijo: «¿A vuestro rey voy a crucificar?». Contestaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que al César». 16 Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Tomaron a Jesús, 17 y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), 18 donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. 19 Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». 20 Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21 Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: Soy el rey de los judíos”». 22 Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está».

23 Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. 24 Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados.

25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. 26 Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». 27 Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio. 28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed».

29 Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. 30 Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

31 Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. 32 Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; 33 pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, 34 sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. 35 El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. 36 Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; 37 y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».

38 Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. 39 Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. 40 Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. 41 Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. 42 Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Los amó hasta el extremo

Jueves Santo en la Cena del Señor.

Jn 13,1-15

Jn131 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. 2 Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; 3 y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, 4 se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; 5 luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. 6 Llegó a Simón Pedro y este le dice: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?». 7 Jesús le replicó: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». 8 Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». 9 Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». 10 Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». 11 Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

12 Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 13 Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: 15 os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

El Hijo del hombre se va como está escrito

Miércoles Santo.

Mt 26,14-25

14 Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes 15 y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. 16 Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

17 El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». 18 Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”». 19 Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

20 Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. 21 Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar». 22 Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?». 23 Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. 24 El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!». 25 Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?». Él respondió: «Tú lo has dicho».

Uno de vosotros me va a entregar

Martes Santo.

Jn 13,21-33.36-38

21 Diciendo esto, Jesús se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar». 22 Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.

23 Uno de ellos, el que Jesús amaba*, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. 24 Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. 25 Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?». 26 Le contestó Jesús: «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado». Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. 27 Entonces Jesús le dijo: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». 28 Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. 29 Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. 30 Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.

31 Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. 32 Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. 33 Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: «Donde yo voy no podéis venir vosotros».

36 Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿adónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde». 37 Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti». 38 Jesús le contestó: «¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.

Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura

Lunes Santo.

Jn 12,1-11

Jn121 Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. 2 Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. 3 María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. 4 Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: 5 «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?». 6 Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. 7 Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; 8 porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».

9 Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. 10 Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, 11 porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, cuando nuestro Señor Jesucristo, como indica la profecía de Zacarías, entró en Jerusalén sentado sobre un pollino de borrica, y a su encuentro salió la multitud con ramos de olivos.

Procesión de ramos. Lc 19,28-40

28 Dicho esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

29 Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, 30 diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado nunca. Desatadlo y traedlo. 31 Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, le diréis así: “El Señor lo necesita”». 32 Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. 33 Mientras desataban el pollino, los dueños les dijeron: «¿Por qué desatáis el pollino?». 34 Ellos dijeron: «El Señor lo necesita». 35 Se lo llevaron a Jesús y, después de poner sus mantos sobre el pollino, ayudaron a Jesús a montar sobre él. 36 Mientras él iba avanzando, extendían sus mantos por el camino. 37 Y, cuando se acercaba ya a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, 38 diciendo: «¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas». 39 Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:

«Maestro, reprende a tus discípulos». 40 Y respondiendo, dijo: «Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras».

Misa. Lc 22,14-23,56

14 Y cuando llegó la hora, se sentó a la mesa y los apóstoles con él 15 y les dijo: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, 16 porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios». 17 Y, tomando un cáliz, después de pronunciar la acción de gracias, dijo: «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; 18 porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios». 19 Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». 20 Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.

21 Pero mirad: la mano del que me entrega está conmigo, en la mesa. 22 Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!». 23 Ellos empezaron a preguntarse unos a otros sobre quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.

24 Se produjo también un altercado a propósito de quién de ellos debía ser tenido como el mayor. 25 Pero él les dijo: «Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. 26 Vosotros no hagáis así, sino que el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que gobierna, como el que sirve. 27 Porque ¿quién es más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. 28 Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, 29 y yo preparo para vosotros el reino como me lo preparó mi Padre a mí, 30 de forma que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

31 Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. 32 Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos». 33 Él le dijo: «Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte». 34 Pero él le dijo: «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes de que tres veces hayas negado conocerme».

35 Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?». Dijeron: «Nada». 36 «Pero ahora, el que tenga bolsa, que la lleve consigo, y lo mismo la alforja; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. 37 Porque os digo que es necesario que se cumpla en mí lo que está escrito: “Fue contado entre los pecadores”, pues lo que se refiere a mí toca a su fin».

38 Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas». Él les dijo: «Basta».

39 Salió y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. 40 Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en tentación». 41 Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba 42 diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». 43 Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba. 44 En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre. 45 Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la tristeza, 46 y les dijo: «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en tentación».

47 Todavía estaba hablando, cuando apareció una turba; iba a la cabeza el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús. 48 Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?». 49 Viendo los que estaban con él lo que iba a pasar, dijeron: «Señor, ¿herimos con la espada?». 50 Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. 51 Jesús intervino, diciendo: «Dejadlo, basta». Y, tocándole la oreja, lo curó. 52 Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él: «¿Habéis salido con espadas y palos como en busca de un bandido? 53 Estando a diario en el templo con vosotros, no me prendisteis. Pero esta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas».

54 Después de prenderlo, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. 55 Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro estaba sentado entre ellos. 56 Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo: «También este estaba con él». 57 Pero él lo negó, diciendo: «No lo conozco, mujer». 58 Poco después, lo vio otro y le dijo: «Tú también eres uno de ellos».

Pero Pedro replicó: «Hombre, no lo soy». 59 Y pasada cosa de una hora, otro insistía diciendo: «Sin duda, este también estaba con él, porque es galileo». 60 Pedro dijo: «Hombre, no sé de qué me hablas». Y enseguida, estando todavía él hablando, cantó un gallo. 61 El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces». 62 Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

63 Y los hombres que tenían preso a Jesús se burlaban de él, dándole golpes. 64 Y, tapándole la cara, le preguntaban, diciendo: «Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?». 65 E, insultándolo, proferían contra él otras muchas cosas.

66 Cuando se hizo de día, se reunieron los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas; lo condujeron ante su Sanedrín, 67 y le dijeron: «Si tú eres el Mesías, dínoslo». Él les dijo: «Si os lo digo, no lo vais a creer; 68 y si os pregunto, no me vais a responder. 69 Pero, desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del poder de Dios». 70 Dijeron todos:

«Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?». Él les dijo: «Vosotros lo decís, yo lo soy».

71 Ellos dijeron: «¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca».

Lc231 Y levantándose toda la asamblea, lo llevaron a presencia de Pilato. 2 Y se pusieron a acusarlo, diciendo: «Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey». 3 Pilato le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Él le responde: «Tú lo dices». 4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «No encuentro ninguna culpa en este hombre». 5 Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo: «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí». 6 Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; 7 y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.

8 Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. 9 Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada. 10 Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. 11 Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. 12 Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre sí.

13 Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, 14 les dijo: «Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; 15 pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. 16 Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». 18 Ellos vociferaron en masa: «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás». 19 Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. 20 Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, 21 pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». 22 Por tercera vez les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». 23 Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío. 24 Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: 25 soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.

26 Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. 27 Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. 28 Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, 29 porque mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. 30 Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; 31 porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?». 32 Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

33 Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34 Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte. 35 El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». 36 Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, 37 diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». 38 Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».

39 Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». 40 Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? 41 Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo». 42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». 43 Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

44 Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, 45 porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. 46 Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró.

47 El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios, diciendo: «Realmente, este hombre era justo».

48 Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho. 49 Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.

50 Había un hombre, llamado José, que era miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo 51 (este no había dado su asentimiento ni a la decisión ni a la actuación de ellos); era natural de Arimatea, ciudad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. 52 Este acudió a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53 Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía.

54 Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. 55 Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. 56 Al regresar, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto.