Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado

Viernes de la Octava de Pascua.

Jn 21,1-14

Jn211 Después de esto Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. 3 Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. 4 Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. 5 Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». 6 Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. 7 Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: «Es el Señor». Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. 8 Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. 9 Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. 10 Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger». 11 Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

12 Jesús les dice: «Vamos, almorzad». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. 13 Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día

Jueves de la Octava de Pascua.

Lc 24,35-48

35 Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan

36 Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». 37 Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. 38 Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? 39 Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». 40 Dicho esto, les mostró las manos y los pies. 41 Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?». 42 Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. 43 Él lo tomó y comió delante de ellos. 44 Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí». 45 Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.


Lo reconocieron al partir el pan

Miércoles de la Octava de Pascua.

Lc 24,13-35

13 Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; 14 iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. 15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. 16 Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. 17 Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron con aire entristecido. 18 Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?». 19 Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; 20 cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. 22 Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, 23 y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. 24 Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». 25 Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». 27 Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. 28 Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; 29 pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. 30 Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31 A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. 32 Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». 33 Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, 34 que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». 35 Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

He visto al Señor y me ha dicho esto

Martes de la Octava de Pascua.

Jn 20,11-18

11 Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro 12 y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. 13 Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». 14 Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. 15 Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». 16 Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». 17 Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». 18 María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».

Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán

Lunes de la Octava de Pascua.

Mt 28,8-15

8 Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.

9 De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. 10 Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

11 Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. 12 Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, 13 encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. 14 Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». 15 Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?

Según una antiquísima tradición, este es una noche de vela en honor del Señor, y la Vigilia que tiene lugar en la misma, conmemorando la Noche Santa en la que el Señor resucitó, ha de considerarse como «la madre de todas las Santas Vigilias» (san Agustín).

Lc 24,1-12

Lc241 El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. 2 Encontraron corrida la piedra del sepulcro. 3 Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. 5 Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6 No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, 7 cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar». 8 Y recordaron sus palabras. 9 Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás.

10 Eran María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago. También las demás, que estaban con ellas, contaban esto mismo a los apóstoles. 11 Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron. 12 Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, ve solo los lienzos. Y se volvió a su casa, admirándose de lo sucedido.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo

Viernes Santo en la Pasión del Señor

Jn 18,1-19,42

Jn181 Después de decir esto, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. 2 Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. 3 Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. 4 Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: «¿A quién buscáis?». 5 Le contestaron: «A Jesús, el Nazareno». Les dijo Jesús: «Yo soy». Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. 6 Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. 7 Les preguntó otra vez: «¿A quién buscáis?». Ellos dijeron: «A Jesús, el Nazareno». 8 Jesús contestó: «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a estos». 9 Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste». 10 Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. 11 Dijo entonces Jesús a Pedro: «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»

12 La cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron 13 y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; 14 Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo». 15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, 16 mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. 17 La criada portera dijo entonces a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?». Él dijo: «No lo soy». 18 Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. 19 El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. 20 Jesús le contestó: «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. 21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho». 22 Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al sumo sacerdote?». 23 Jesús respondió: «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?». 24 Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

25 Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?». Él lo negó, diciendo: «No lo soy». 26 Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: «¿No te he visto yo en el huerto con él?». 27 Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.

28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. 29 Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo: «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?». 30 Le contestaron: «Si este no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos». 31 Pilato les dijo: «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley». Los judíos le dijeron: «No estamos autorizados para dar muerte a nadie». 32 Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.

33 Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos?». 34 Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?». 35 Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?». 36 Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». 37 Pilato le dijo: «Entonces, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». 38 Pilato le dijo: «Y ¿qué es la verdad?».

Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ninguna culpa. 39 Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?». 40 Volvieron a gritar: «A ese no, a Barrabás». El tal Barrabás era un bandido.

Jn191 Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. 2 Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; 3 y, acercándose a él, le decían: «¡Salve, rey de los judíos!». Y le daban bofetadas.

4 Pilato salió otra vez afuera y les dijo: «Mirad, os lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa». 5 Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: «He aquí al hombre». 6 Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Pilato les dijo: «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él». 7 Los judíos le contestaron: «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios». 8 Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más.

9 Entró otra vez en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le dio respuesta. 10 Y Pilato le dijo: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?». 11 Jesús le contestó: «No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor». 12 Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: «Si sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César».

13 Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). 14 Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: «He aquí a vuestro rey». 15 Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera; crucifícalo!». Pilato les dijo: «¿A vuestro rey voy a crucificar?». Contestaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que al César». 16 Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Tomaron a Jesús, 17 y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), 18 donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. 19 Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». 20 Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21 Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: Soy el rey de los judíos”». 22 Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está».

23 Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. 24 Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados.

25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. 26 Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». 27 Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio. 28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed».

29 Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. 30 Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

31 Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. 32 Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; 33 pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, 34 sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. 35 El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. 36 Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; 37 y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».

38 Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. 39 Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. 40 Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. 41 Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. 42 Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Los amó hasta el extremo

Jueves Santo en la Cena del Señor.

Jn 13,1-15

Jn131 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. 2 Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; 3 y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, 4 se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; 5 luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. 6 Llegó a Simón Pedro y este le dice: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?». 7 Jesús le replicó: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». 8 Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». 9 Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». 10 Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». 11 Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

12 Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 13 Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: 15 os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

El Hijo del hombre se va como está escrito

Miércoles Santo.

Mt 26,14-25

14 Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes 15 y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. 16 Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

17 El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». 18 Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”». 19 Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

20 Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. 21 Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar». 22 Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?». 23 Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. 24 El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!». 25 Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?». Él respondió: «Tú lo has dicho».

Uno de vosotros me va a entregar

Martes Santo.

Jn 13,21-33.36-38

21 Diciendo esto, Jesús se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar». 22 Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.

23 Uno de ellos, el que Jesús amaba*, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. 24 Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. 25 Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?». 26 Le contestó Jesús: «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado». Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. 27 Entonces Jesús le dijo: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». 28 Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. 29 Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. 30 Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.

31 Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. 32 Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. 33 Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: «Donde yo voy no podéis venir vosotros».

36 Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿adónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde». 37 Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti». 38 Jesús le contestó: «¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.