23-12 San Juan de Ketty

IV Domingo de Adviento
Lc 1,39-45
39 En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; 40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo 42 y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44 Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45 Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Sábado de la III semana de Adviento
Lc 1,46-56
46 María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
47 se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
48 porque ha mirado la humildad de su esclava. | Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
49 porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: | su nombre es santo,
50 y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
51 Él hace proezas con su brazo: | dispersa a los soberbios de corazón,
52 derriba del trono a los poderosos | y enaltece a los humildes,
53 a los hambrientos los colma de bienes | y a los ricos los despide vacíos.
54 Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
55 —como lo había prometido a nuestros padres— | en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
56 María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa.
Viernes de la III semana de Adviento
Lc 1,39-45
39 En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; 40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo 42 y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44 Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45 Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Jueves de la III semana de Adviento
Lc 1,26-38
26 En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 28 El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». 29 Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. 30 El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. 31 Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 32 Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33 reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». 34 Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». 35 El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. 36 También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, 37 porque para Dios nada hay imposible». 38 María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró.
Catecismo de la Iglesia Católica, números del 50 al 73.
El hombre, puede por la razón natural conocer a Dios, pero además, Dios en su designio salvador, ha querido “revelarse”, darse a conocer. Nos ha revelado su misterio, su designio benevolente, que estableció desde la eternidad en su Hijo Jesucristo y en el envío del Espíritu Santo.
Dios se nos revela, se da a conocer, para que los hombres seamos capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que podríamos con nuestras propias fuerzas.
Dios se revela mediante acciones y palabras, lo hace de forma pedagógica, comunicándose gradualmente al Hombre, culminando su revelación en su Hijo Jesucristo.
Dios quiso que lo que se había revelado para la salvación de todos los pueblos, se conservara por siempre íntegro y fuera transmitido a todas las edades. DV, 7.
La Predicación apostólica: el Evangelio fue transmitido, desde el principio por los apóstoles. Al principio, oralmente: con su predicación, su ejemplo, sus instituciones, predicaron el Evangelio, como fuente de verdad salvadora y norma de conducta .
Luego por escrito: los mismos apóstoles y otros de su generación fueron poniendo por escrito el mensaje de salvación inspirados por el Espíritu Santo.
Continuada por la sucesión apostólica: los apóstoles, nombraron sucesores, que mantuvieran la transmisión continua del Evangelio así como la fidelidad al mismo. Es la Tradición, que asistida por el espíritu, mediante el culto, la enseñanza y la vida, transmite a todas las edades, el evangelio, lo que es y lo que se cree.
Tienen ambas una fuente común, El Espíritu Santo, y un mismo fin, hacer presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo.
La Sagrada Escritura es Palabra de Dios, revelada, inspirada por el Espíritu Santo. La Tradición, recibe la Palabra de Dios y transmite de forma íntegra dicha revelación iluminada por el Espíritu de la verdad. De ambas, recibe la Iglesia lo que debe transmitir e interpretar de la Revelación.
Ambas constituyen el Depósito de la fe.
Confiado en su totalidad a la Iglesia. Toda la Iglesia, pastores y fieles cristianos unidos, deben perseverar y profesar la fe recibida; celebrar, custodiar y transmitir el depósito de la fe.
Compuesto por los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el Obispo de Roma. Tiene el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral y escrita. El Magisterio no está por encima de la Palabra, sino a su servicio, para enseñar, puramente lo transmitido, custodiarlo y explicarlo fielmente, siempre asistido por la acción del Espíritu.
Los fieles deben de recibir con docilidad las enseñanzas y directrices de los pastores.
Ejerciendo la autoridad recibida de Cristo, el Magisterio propone de forma obligada al pueblo cristiano la adhesión a unas verdades de fe, contenidas en la revelación o unidas a ella con un vínculo necesario.
Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas de fe. Los dogmas son luces para caminar en la fe. Si vivimos rectamente, estamos abiertos a acoger los dogmas.
La vinculación y coherencia entre los dogmas, aparece en el conjunto de toda la revelación; existe orden y jerarquía entre los dogmas.
Todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la transmisión de la verdad revelada, pues están asistidos por el espíritu.
Nunca la totalidad de los fieles se puede equivocar en la fe, lo que se manifiesta cuando toda la Iglesia está totalmente de acuerdo en cuestiones dogmáticas.
El sentido de la verdad, sostiene y suscita este sentido de la fe; el pueblo de Dios, bajo la guía del magisterio, se adhiere a la fe recibida.
Por la asistencia del Espíritu Santo, la inteligencia de las verdades reveladas como del depósito de la fe, puede crecer en el seno de toda la Iglesia, y en cada uno de sus miembros.