Bienventurados los pobres. Ay de vosotros, los ricos.

Miércoles de la XXIII semana del tiempo ordinario.

Col 3,1-11
Sal 144
Lc 6,20-26

20Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. 21Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. 22Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. 23Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. 24Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! 25¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! 26¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas.

Estaban al acecho para ver si curaba en sábado

Lunes de la XXIII semana del tiempo ordinario, feria o san Pedro Claver, presbítero, memoria libre.

Col 1,24-2,3
Sal 61
Lc 6,6-11

6Otro sábado, entró él en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. 7Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. 8Pero él conocía sus pensamientos y dijo al hombre de la mano atrofiada: «Levántate y ponte en medio». Y, levantándose, se quedó en pie. 9Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?». 10Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo: «Extiende tu mano». Él lo hizo y su mano quedó restablecida. 11Pero ellos, ciegos por la cólera, discutían qué había que hacer con Jesús.

Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío

XXIII domingo del tiempo ordinario, solemnidad. En la diócesis de Córdoba también es solemnidad con motivo de la celebración de Nuestra Señora de la Fuensanta.

Sab 9,13-18
Sal 89
Flm 9b-10.12-17
Lc 14,25-33

25Mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: 26«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. 27Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. 28Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? 29No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, 30diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”. 31¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? 32Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. 33Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.

¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?

Sábado de la XXII semana del tiempo ordinario o Santa María en sábado, memoria libre.

Col 1,21-23
Sal 53
Lc 6,1-5

Lc61Un sábado, iba él caminando por medio de un sembrado y sus discípulos arrancaban y comían espigas, frotándolas con las manos. 2Unos fariseos dijeron: «¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?». 3Respondiendo Jesús, les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros sintieron hambre? 4Entró en la casa de Dios, y tomando los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él». 5Y les decía: «El Hijo del hombre es señor del sábado».

Les arrebatarán al esposo, entonces ayunarán

Viernes de la XXII semana del tiempo ordinario, feria.

Col 1,15-20
Sal 99
Lc 5,33-39

33Pero ellos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber». 34Jesús les dijo: «¿Acaso podéis hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? 35Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, entonces ayunarán en aquellos días». 36Les dijo también una parábola: «Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque, si lo hace, el nuevo se rompe y al viejo no le cuadra la pieza del nuevo. 37Nadie echa vino nuevo en odres viejos: porque, si lo hace, el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se estropearán. 38A vino nuevo, odres nuevos. 39Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: “El añejo es mejor”».

Dejándolo todo, le siguieron

Jueves de la XXII semana del tiempo ordinario, feria.

Col 1,9-14
Sal 97
Lc 5,1-11

Lc51Una vez que la gente se agolpaba en torno a él para oír la palabra de Dios, estando él de pie junto al lago de Genesaret, 2vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. 3Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. 4Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». 5Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». 6Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. 7Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. 8Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». 9Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; 10y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». 11Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Es necesario que evangelice también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado

Miércoles de la XXII semana del tiempo ordinario, feria.

Col 1,1-8
Sal 51
Lc 4,38-44

38Al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella. 39Él, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles. 40Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando. 41De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban y decían: «Tú eres el Hijo de Dios». Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. 42Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto. La gente lo andaba buscando y, llegando donde estaba, intentaban retenerlo para que no se separara de ellos. 43Pero él les dijo: «Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado». 44Y predicaba en las sinagogas de Judea.

Sé quien eres: el Santo de Dios

Martes de la XXII semana del tiempo ordinario. San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria.

1 Tes 5,1-6.9-11
Sal 26
Lc 4,31-37

31Y bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. 32Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad. 33Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu de demonio inmundo y se puso a gritar con fuerte voz: 34«¡Basta! ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». 35Pero Jesús le increpó diciendo: «¡Cállate y sal de él!». Entonces el demonio, tirando al hombre por tierra en medio de la gente, salió sin hacerle daño. 36Quedaron todos asombrados y comentaban entre sí: «¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen». 37Y su fama se difundía por todos los lugares de la comarca.

Me ha enviado a evangelizar a los pobres… Ningún profeta es aceptado en su pueblo

Lunes de la XXII semana del tiempo ordinario.

1 Tes 4,13-18
Sal 95
Lc 4,16-30

16Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. 17Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: 18«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; 19a proclamar el año de gracia del Señor». 20Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. 21Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». 22Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?». 23Pero Jesús les dijo: «Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». 24Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. 25Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; 26sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. 27Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio». 28Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos 29y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. 30Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido

XXII domingo del tiempo ordinario, solemnidad.

Eclo 3,17-20.28-29
Sal 67
Heb 12,18-19.22-24a
Lc 14,1.7-14

141Un sábado, entró él en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. 7Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: 8«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; 9y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. 10Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. 11Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido». 12Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. 13Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; 14y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».