Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso

VII domingo del tiempo ordinario.

Lc 6,27-38

27 En cambio, a vosotros los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, 28 bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian. 29 Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. 30 A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. 31 Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. 32 Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. 33 Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. 34 Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. 35 Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos. 36 Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; 37 no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; 38 dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».

Se transfiguró delante de ellos

Sábado de la VI semana del tiempo ordinario. San Policarpo, obispo y mártir, memoria obligatoria.

Mc 9,2-13

2 Seis días más tarde Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, sube aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. 3 Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. 4 Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. 5 Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 6 No sabía qué decir, pues estaban asustados. 7 Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo». 8 De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

9 Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. 10 Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos. 11 Le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». 12 Les contestó él: «Elías vendrá primero y lo renovará todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? 13 Os digo que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito acerca de él».

Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos

Viernes de la VI semana del tiempo ordinario. Fiesta de la Cátedra de San Pedro.

Fiesta de la cátedra de san Pedro, apóstol, a quien el Señor dijo: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». En el día en que los romanos acostumbraban a recordar a sus difuntos, se celebra la sede de aquel apóstol, cuyo sepulcro se conserva en el campo Vaticano, y que ha sido llamado a presidir en la caridad a toda la Iglesia.

Mt 16,13-19

13 Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». 14 Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». 15 Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». 16 Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».

17 Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. 19 Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».


Tú eres el Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho

Jueves de la VI semana del tiempo ordinario. Memoria libre de san Pedro Damiani, obispo y doctor de la Iglesia.

Mc 8,27-33

27 Después Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?». 28 Ellos le contestaron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas». 29 Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Tomando la palabra Pedro le dijo: «Tú eres el Mesías». 30 Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto.

31 Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». 32 Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. 33 Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».

El ciego estaba curado y veía todo con claridad

Miércoles de la VI semana del tiempo ordinario.

Mc 8,22-26

22 Llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase. 23 Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?». 24 Levantando los ojos dijo: «Veo hombres, me parecen árboles, pero andan». 25 Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad. 26 Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.

Evitad la levadura de los fariseos y de Herodes

Martes de la VI semana del tiempo ordinario. Memoria libre en la diócesis de Córdoba del beato Álvaro de Córdoba.

Mc 8,14-21

14 A los discípulos se les olvidó tomar pan y no tenían más que un pan en la barca. 15 Y él les ordenaba diciendo: «Estad atentos, evitad la levadura de los fariseos y de Herodes». 16 Y discutían entre ellos sobre el hecho de que no tenían panes. 17 Dándose cuenta, les dijo Jesús: «¿Por qué andáis discutiendo que no tenéis pan? ¿Aún no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis el corazón embotado? 18 ¿Tenéis ojos y no veis, tenéis oídos y no oís? ¿No recordáis 19 cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil?». Ellos contestaron: «Doce». 20 «¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?». Le respondieron: «Siete». 21 Él les dijo: «¿Y no acabáis de comprender?».

¿Por qué esta generación reclama un signo?

Lunes de la VI semana del tiempo ordinario.

Mc 8,11-13

11 Se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. 12 Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación». 13 Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Bienaventurados los pobres. Ay de vosotros, los ricos

Domingo de la VI semana del tiempo ordinario.

Lc 6,17.20-26

17 Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

20 Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

22 Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. 23 Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.

24 Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!

25 ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!

¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!

26 ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas.

La gente comió hasta quedar saciada

Sábado de la V semana del tiempo ordinario.

Mc 8,1-10

Mc81 Por aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: 2 «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, 3 y si los despido a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el camino. Además, algunos han venido desde lejos». 4 Le replicaron sus discípulos: «¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?». 5 Él les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis?».

Ellos contestaron: «Siete». 6 Mandó que la gente se sentara en el suelo y tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente. 7 Tenían también unos cuantos peces; y Jesús pronunció sobre ellos la bendición, y mandó que los sirvieran también. 8 La gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; 9 eran unos cuatro mil y los despidió; 10 y enseguida montó en la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.

Hace oír a los sordos y hablar a los mudos

Viernes de la V semana del tiempo ordinario. San Juan Bautista de la Concepción, presbítero, memoria libre en la diócesis de Córdoba.

Mc 7,31-37

31 Dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. 32 Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. 33 Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. 34 Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete»). 35 Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. 36 Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. 37 Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».