Lunes de la XXVII semana del tiempo ordinario. Bienaventurada Virgen María del Rosario, memoria obligatoria.
Jon 1,1-2,1.11
Salmo: Jon 2,3-8
Lc 10,25-37
25En
esto se levantó un maestro de la ley y le preguntó para ponerlo a
prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?».
26Él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».
27Él respondió:
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con
toda tu fuerza y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo».
28Él le dijo: «Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida».
29Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?».
30Respondió Jesús
diciendo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos
bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon,
dejándolo medio muerto.
31Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo.
32Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
33Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció,
34y acercándose, le
vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia
cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó.
35Al día siguiente,
sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y
lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”.
36¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».
37Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo».