06-02 San Pablo Miki y compañeros mártires

Martes de la IV semana del tiempo ordinario. Santa Águeda, virgen y mártir, memoria obligatoria.
Te rogamos Señor, que la virgen santa Águeda nos alcance tu perdón, pues ella fue agradable a tus ojos por la fortaleza que mostró en su martirio y por el mérito de su castidad.
Mc 5,21-43
21 Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. 22 Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, 23 rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». 24 Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
25 Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. 26 Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. 27 Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, 28 pensando: «Con solo tocarle el manto curaré». 29 Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. 30 Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: «¿Quién me ha tocado el manto?». 31 Los discípulos le contestaban: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”». 32 Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. 33 La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad. 34 Él le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
35 Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». 36 Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». 37 No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. 38 Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos 39 y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida». 40 Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, 41 la cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). 42 La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. 43 Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Lunes de la IV semana del tiempo ordinario.
Mc 5,1-20
Mc51 Y llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. 2 Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. 3 Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; 4 muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. 5 Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. 6 Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él 7 y gritó con voz potente:
«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes». 8 Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre». 9 Y le preguntó: «¿Cómo te llamas?». Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos». 10 Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. 11 Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. 12 Los espíritus le rogaron: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos». 13 Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar. 14 Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado. 15 Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron. 16 Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. 17 Ellos le rogaban que se marchase de su comarca. 18 Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. 19 Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti». 20 El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.
Domingo IV del tiempo ordinario.
Lc 4,21-30
21 Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». 22 Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?». 23 Pero Jesús les dijo: «Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». 24 Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. 25 Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; 26 sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio». 28 Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos 29 y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. 30 Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Sábado de la III semana del tiempo ordinario, fiesta de la Presentación del Señor.
Fiesta de la Presentación del Señor, llamada Hypapante por los griegos: cuarenta días después de Navidad, Jesús fue llevado al Templo por María y José, y lo que pudo aparecer como cumplimiento de la ley mosaica se convirtió, en realidad, en su encuentro con el pueblo creyente y gozoso. Se manifestó, así, como luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo, Israel (elog. del Martirologio Romano).
Lc 2,22-40
22 Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, 23 de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», 24 y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
25 Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. 26 Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. 27 Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, 28 Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
29 «Ahora, Señor, según tu promesa, | puedes dejar a tu siervo irse en paz.
30 Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
31 a quien has presentado ante todos los pueblos:
32 luz para alumbrar a las naciones | y gloria de tu pueblo Israel».
33 Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. 34 Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción 35 —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
36 Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, 37 y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. 38 Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
39 Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.