Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió

Martes de la XVIII semana del tiempo ordinario. Fiesta de la Transfiguración del Señor.

Fiesta de la Transfiguración del Señor, en la que Jesucristo, el Unigénito, el amado del Eterno Padre, manifestó su gloria ante los santos apóstoles Pedro, Santiago y Juan, con el testimonio de la Ley y los Profetas, para mostrar nuestra admirable transformación por la gracia en la humildad de nuestra naturaleza asumida por Él, dando a conocer la imagen de Dios, conforme a la cual fue creado el hombre, y que corrompida en Adán, fue renovada por Cristo.

Dan 7,9-10.13-14 o bien 2 Pe 1,16-19

Sal 96

Lc 9,28b-36

Tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. 29Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. 30De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, 31que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. 32Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. 33Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. 34Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. 35Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». 36Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Mientras oraba, el aspecto de su rostró cambió

Domingo de la II semana de Cuaresma.

Lc 9,28b-36

28b En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. 29 Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. 30 De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, 31 que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. 32 Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. 33 Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. 34 Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. 35 Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». 36 Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.