Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él

Miércoles de la II semana de Pascua. San José Obrero.

Jn 3,16-21

16 Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. 18 El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. 19 Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. 20 Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. 21 En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre

Martes de la II semana de Pascua. San Pío V, papa.

Jn 3,7b-15

“Tenéis que nacer de nuevo”; 8 el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu». 9 Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?». 10 Le contestó Jesús: «¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? 11 En verdad, en verdad te digo: Hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. 12 Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales?

13 Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. 14 Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, 15 para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Has escondido estas cosas a los sabios, y las has revelado a los pequeños

Lunes de la II semana de Pascua. Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, patrona de Europa.

Mt 11,25-30

25 En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. 26 Sí, Padre, así te ha parecido bien. 27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 28 Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. 29 Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. 30 Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

A los ocho días llegó Jesús

II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia.

Jn 20,19-31

19 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». 20 Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21 Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 22 Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; 23 a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25 Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». 26 A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». 27 Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». 28 Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». 29 Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

30 Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. 31 Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Sábado de la Octava de Pascua.

Mc 16,9-15

9 Resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. 10 Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. 11 Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.

12 Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo. 13 También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.

14 Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. 15 Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado

Viernes de la Octava de Pascua.

Jn 21,1-14

Jn211 Después de esto Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. 3 Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. 4 Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. 5 Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». 6 Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. 7 Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: «Es el Señor». Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. 8 Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. 9 Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. 10 Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger». 11 Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

12 Jesús les dice: «Vamos, almorzad». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. 13 Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día

Jueves de la Octava de Pascua.

Lc 24,35-48

35 Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan

36 Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». 37 Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. 38 Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? 39 Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». 40 Dicho esto, les mostró las manos y los pies. 41 Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?». 42 Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. 43 Él lo tomó y comió delante de ellos. 44 Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí». 45 Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.


Lo reconocieron al partir el pan

Miércoles de la Octava de Pascua.

Lc 24,13-35

13 Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; 14 iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. 15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. 16 Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. 17 Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron con aire entristecido. 18 Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?». 19 Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; 20 cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. 22 Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, 23 y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. 24 Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». 25 Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». 27 Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. 28 Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; 29 pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. 30 Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31 A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. 32 Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». 33 Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, 34 que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». 35 Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

He visto al Señor y me ha dicho esto

Martes de la Octava de Pascua.

Jn 20,11-18

11 Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro 12 y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. 13 Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». 14 Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. 15 Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». 16 Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». 17 Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». 18 María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».

Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán

Lunes de la Octava de Pascua.

Mt 28,8-15

8 Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.

9 De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. 10 Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

11 Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. 12 Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, 13 encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. 14 Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». 15 Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.