¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Viernes de la III semana de Adviento

Lc 1,39-45

39 En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; 40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo 42 y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44 Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45 Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo

Jueves de la III semana de Adviento

Lc 1,26-38

26 En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 28 El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». 29 Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. 30 El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. 31 Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 32 Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33 reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». 34 Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». 35 El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. 36 También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, 37 porque para Dios nada hay imposible». 38 María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

Y el ángel se retiró.

Dios se revela al Hombre

Dios al encuentro del Hombre

Catecismo de la Iglesia Católica, números del 50 al 73.

El hombre, puede por la razón natural conocer a Dios, pero además, Dios en su designio salvador, ha querido “revelarse”, darse a conocer. Nos ha revelado su misterio, su designio benevolente, que estableció desde la eternidad en su Hijo Jesucristo y en el envío del Espíritu Santo.

Revelación de Dios:

Dios se nos revela, se da a conocer, para que los hombres seamos capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que podríamos con nuestras propias fuerzas.

Dios se revela mediante acciones y palabras, lo hace de forma pedagógica, comunicándose gradualmente al Hombre, culminando su revelación en su Hijo Jesucristo.

Etapas de la Revelación:

  1. Desde el origen: El génesis, nos muestra en sus primeros capítulos, la comunión de vida y amor que Dios quería establecer con el Hombre, creado a imagen y semejanza, Gn 1-2. La caída, el pecado original, y la sucesión de pecados posteriores, Gn 3 -4, no interrumpió su proceso revelador, ya que confirmó su promesa y esta siguió desarrollándose.
  2. La alianza con Noé: Gn 6-10 tras el diluvio, una nueva humanidad, una nueva creación en pluralidad de naciones, y diversidad de lenguas, narrada tras la Torre de Babel, Gn 11..
  3. Dios elije a Abraham: Llamada Gn 12. Una promesa, tierra y descendencia; un pueblo depositario de todas las promesas de Dios a los hombres y un Dios. Gn 17. Abraham, nuestro Padre en la fe, Gn 22, el sacrificio de su hijo Isaac. Luego los hijos Esaú y Jacob, lo doce hijos, las doce tribus de Jacob…
  4. Un Pueblo, Israel, Ex. 1-40, pueblo salvado de Egipto, conducido por el desierto a la Tierra Prometida. Moisés. Una Ley, una Alianza, «Yo seré vuestro Dios, vosotros seréis mi pueblo».
  5. Los profetas. Dios muestra su salvación, ilumina sobre sus desviaciones, anuncia siempre su misericordia y su fidelidad. Anuncian la redención total de sus infidelidades, una salvación para toda la humanidad, un orden nuevo.
  6. Jesucristo, Plenitud de la revelación, el Hijo de Dios encarnado, revela plenamente a Dios, y su mensaje salvador. Él es Palabra Única e insuperable del Padre. En Cristo se culmina la revelación de Dios, aunque no está completamente explicitada, y será la Iglesia la que se encargará de comprender y enseñar gradualmente su contenido en el transcurso de los siglos.

La transmisión de la Revelación Divina

Dios quiso que lo que se había revelado para la salvación de todos los pueblos, se conservara por siempre íntegro y fuera transmitido a todas las edades. DV, 7.

La Tradición apostólica:

La Predicación apostólica: el Evangelio fue transmitido, desde el principio por los apóstoles. Al principio, oralmente: con su predicación, su ejemplo, sus instituciones, predicaron el Evangelio, como fuente de verdad salvadora y norma de conducta .

Luego por escrito: los mismos apóstoles y otros de su generación fueron poniendo por escrito el mensaje de salvación inspirados por el Espíritu Santo.

Continuada por la sucesión apostólica: los apóstoles, nombraron sucesores, que mantuvieran la transmisión continua del Evangelio así como la fidelidad al mismo. Es la Tradición, que asistida por el espíritu, mediante el culto, la enseñanza y la vida, transmite a todas las edades, el evangelio, lo que es y lo que se cree.

Relación entre la tradición y la Sagrada Escritura:

Tienen ambas una fuente común, El Espíritu Santo, y un mismo fin, hacer presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo.

La Sagrada Escritura es Palabra de Dios, revelada, inspirada por el Espíritu Santo. La Tradición, recibe la Palabra de Dios y transmite de forma íntegra dicha revelación iluminada por el Espíritu de la verdad. De ambas, recibe la Iglesia lo que debe transmitir e interpretar de la Revelación.

Ambas constituyen el Depósito de la fe.

La Interpretación del depósito de la fe:

Confiado en su totalidad a la Iglesia. Toda la Iglesia, pastores y fieles cristianos unidos, deben perseverar y profesar la fe recibida; celebrar, custodiar y transmitir el depósito de la fe.

El Magisterio de la Iglesia:

Compuesto por los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el Obispo de Roma. Tiene el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral y escrita. El Magisterio no está por encima de la Palabra, sino a su servicio, para enseñar, puramente lo transmitido, custodiarlo y explicarlo fielmente, siempre asistido por la acción del Espíritu.

Los fieles deben de recibir con docilidad las enseñanzas y directrices de los pastores.

Los Dogmas de la fe:

Ejerciendo la autoridad recibida de Cristo, el Magisterio propone de forma obligada al pueblo cristiano la adhesión a unas verdades de fe, contenidas en la revelación o unidas a ella con un vínculo necesario.

Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas de fe. Los dogmas son luces para caminar en la fe. Si vivimos rectamente, estamos abiertos a acoger los dogmas.

La vinculación y coherencia entre los dogmas, aparece en el conjunto de toda la revelación; existe orden y jerarquía entre los dogmas.

Sentido sobrenatural de la fe:

Todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la transmisión de la verdad revelada, pues están asistidos por el espíritu.

Nunca la totalidad de los fieles se puede equivocar en la fe, lo que se manifiesta cuando toda la Iglesia está totalmente de acuerdo en cuestiones dogmáticas.

El sentido de la verdad, sostiene y suscita este sentido de la fe; el pueblo de Dios, bajo la guía del magisterio, se adhiere a la fe recibida.

El crecimiento en la inteligencia de la fe:

Por la asistencia del Espíritu Santo, la inteligencia de las verdades reveladas como del depósito de la fe, puede crecer en el seno de toda la Iglesia, y en cada uno de sus miembros.

  1. Cuando los fieles contemplan y estudian estas verdades, meditándolas y rezándolas en su corazón.
  2. Cuando los fieles van comprendiendo internamente los misterios que van viviendo.
  3. Cuando las proclaman los obispos asistidos por el espíritu, y acordes a la Verdad revelada.


Gabriel anuncia el nacimiento de Juan Bautista

Miércoles de la III semana de Adviento

Lc 1,5-25

5 En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel. 6 Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. 7 No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada. 8 Una vez que oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, 9 según la costumbre de los sacerdotes, le tocó en suerte a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; 10 la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso. 11 Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. 12 Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor. 13 Pero el ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. 14 Te llenarás de alegría y gozo, y muchos se alegrarán de su nacimiento. 15 Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya en el vientre materno, 16 y convertirá muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. 17 Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto». 18 Zacarías replicó al ángel: «¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada». 19 Respondiendo el ángel, le dijo: «Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena noticia. 20 Pero te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento oportuno».

21 El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se sorprendía de que tardase tanto en el santuario. 22 Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo. 23 Al cumplirse los días de su servicio en el templo, volvió a casa. 24 Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir de casa cinco meses, diciendo: 25 «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mí para quitar mi oprobio ante la gente».

Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David

Martes de la III semana de Adviento

Mt 1,18-24

18 La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. 19 José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. 20 Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. 21 Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».

22 Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: 23 «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”. 24 Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

¿Qué debemos hacer?

«¿Qué debemos hacer?», es la pregunta de los judíos a Jesús, y la pregunta que en este tercer domingo de adviento, podemos hacerle nosotros a Jesús: ¿Qué tengo que hacer para vivir mejor este tiempo de Adviento, para prepararme mejor para la Navidad…?

Hoy domingo de la Alegría, san Pablo en su lectura nos da alguna pauta: «estad alegres, que vuestra alegría la conozca todo el mundo, el Señor está cerca».  La presencia de Jesús llena de alegría la vida de los hombres, por ello, acerquémonos al Señor, para recuperar, para vivir en la verdadera y profunda alegría, para que con ÉL, podamos afrontar toda situación, y nada nos quite la Alegría.

San Juan Bautista, nos da más claves de respuesta: «el que tenga dos túnicas que dé una al que no tiene, y el que tenga comida le dé al que no tiene»: es la invitación sencilla pero concreta, para  SER GENEROSOS,  para dar a los demás, para pensar en los pobres, y ayudar a los que lo necesitan, para vivir una Navidad verdadera,  vivamos la caridad hacia los necesitados.
Queda tiempo para la Navidad, preguntemos al Señor: ¿qué tengo que hacer?
Feliz semana, abiertos a la Alegría del Señor que está cerca.
Abrazo fraternal.
Que Dios te bendiga, PAblo el cura